June 13, 2022 | Projects
Contribuyen al feminicidio el silencio social, la desatención, la idea de que hay problemas más urgentes y la vergüenza y el enojo que no conminan a transformar las cosas sino a disminuir el hecho y demostrar que no son tantas “las muertas”. (Lagarde y de los Ríos)
La violencia de género contra las mujeres y su desenlace letal, el feminicidio, son un flagelo en todo el mundo y han sido una preocupación histórica del movimiento feminista. Sin embargo, el progreso en la lucha contra esta violencia sigue siendo dolorosamente lento, incluso en la producción de datos que ayuden a comprender su escala y características. A pesar de que muchos gobiernos han tipificado el feminicidio en sus leyes y que la ONU ha llamado a establecer observatorios de feminicidio en cada país, los datos oficiales a menudo están ausentes, son incompletos, de difícil acceso, se actualizan con poca frecuencia y generalmente son cuestionados.
Producir datos sobre feminicidio ha sido históricamente una táctica importante desde el feminismo para visibilizar la violencia de género y para llamar la atención sobre la falta de información de fuentes oficiales. Frente a estos “datos faltantes”, activistas de datos, defensoras de los derechos humanos y grupos de la sociedad civil cubren la brecha rastreando casos de feminicidio en los medios y cruzando información con fuentes oficiales y extraoficiales, para generar “contradatos” (D’Ignazio y Klein). Estos esfuerzos constituyen una apropiación desobediente de los métodos y tecnologías para la producción de datos (Suárez Val), poniéndo los datos al servicio de la justicia social en lugar del control y la vigilancia . Nuestro proyecto de investigación-acción, Datos Contra el Feminicidio, ha catalogado más de 150 iniciativas que registran asesinatos y muertes violentas por razones de género y hemos entrevistado a 30 grupos o mujeres individuales que trabajan en las Américas (ver mapa).
Proyectos de datos de feminicidio entrevistados. Mapa por Angeles Martinez Cuba.
María Puig de la Bellacasa dice, con relación a la producción de conocimiento, que “cuidar” implica simultáneamente trabajo de mantenimiento cotidiano, compromiso ético-político y reconstrucción afectiva de la relación con nuestros objetos de estudio. En esta línea, consideramos que hacer datos de feminicidio es una labor de cuidado, con su consecuente carga emocional. Mantener una base de datos involucra muchas horas semanales de leer historias de violencia e ingresar cada detalle de los casos. Las activistas describen los reportajes que deben escrutar como sensacionalistas, irresponsables, revictimizantes, discriminatorios (especialmente para personas trans o travesti y mujeres racializadas), deshumanizantes y estigmatizantes. Aún así, persisten en llevar a cabo esta labor, no solo para “contabilizar” los feminicidios, sino también para sostener la memoria y dar testimonio. En este blog, mostramos cómo las activistas navegan la carga emocional de producir datos de feminicidio compartiendo sus palabras.
Debido a la íntima cercanía con la violencia que implica la producción de contradatos, ésta genera un evidente desgaste emocional y, en algunos casos, trauma secundario en las activistas. Dicho impacto afecta el flujo de trabajo y pone en riesgo la continuidad de los proyectos por la inherente necesidad de tomar pausas, establecer límites, o reducir la periodicidad con la que se rastrean y registran los casos. En nuestras conversaciones, muchas activistas han hecho hincapié en las diferentes tácticas de autocuidado y cuidado colectivo que han desarrollado para enfrentar estos desafíos. Este autocuidado -como dijo Audre Lorde y recoge Sara Ahmed – no es autocomplacencia, sino autopreservación y esto es un acto de guerra político.
Tácticas de autocuidado y cuidado colectivo para trabajar con datos de feminicidio
Algunas tácticas se enfocan en el mantenimiento cotidiano (figura 1) mediante ajustes al flujo de trabajo. Tomar pausas o establecer límites en el registro de casos es una de las medidas más mencionadas por las activistas, ello permite que cada una establezca su propio ritmo de trabajo: parar o reanudar cuando sea emocionalmente conveniente. Algunas activistas limitan la frecuencia con la que cargan los datos porque les afecta emocionalmente y no pueden hacer este tipo de trabajo mucho tiempo durante el día porque, como dijeron las integrantes del proyecto Ahora que sí nos ven, “te quema la cabeza”. También la posibilidad de automatizar algunos aspectos surge como una opción para reducir el trabajo emocional. Otras activistas ponen su foco en el placer de generar nuevos aprendizajes al mejorar algunos aspectos técnicos del registro de los datos.
Figura 1. Mantenimiento cotidiano
Otras tácticas están más ligadas a cómo las activistas gestionan la relación afectiva (figura 2) que construyen con los datos de feminicidio. Al elegir cuando distanciarse de algunos aspectos de la violencia o evitar el registro de algunos campos (ej., causa de muerte o tipo de arma), las activistas reducen el impacto emocional debido a que procesan menos información. En contraste, algunas activistas canalizan la rabia producto de la lectura violenta hacia la producción de mejores contradatos y acciones concretas. Muchas activistas también han expresado que su compromiso sobrepasa el trauma emocional secundario, sirviendo como fuerza motora para la continuidad de la producción de contradatos.
Figura 2. Gestionar la relación afectiva
Finalmente, otras tácticas están relacionadas con la práctica ético-política del feminismo (figura 3). Quienes trabajan colectivamente verifican el estado emocional entre compañeras o establecen espacios de contención emocional donde cada una pueda desfogar la carga fuerte que conlleva hacer el trabajo. Las activistas individuales también recurren a instancias colectivas para sanar, por ejemplo mediante intercambios en redes sociales o apps. Finalmente, otros grupos, como la Red Feminista Antimilitarista, mencionaron cómo celebran colectivamente la belleza de hacer comunidad feminista, para “no solamente pensar en la muerte sino también construir colectivamente”.
Figura 3. Prácticas feministas de cuidado
Sobre Datos Contra el Feminicidio
Este trabajo es parte de un proyecto de investigación-acción participativa feminista Sur-Norte, que se llama Datos Contra el Feminicidio. Para saber más sobre este trabajo y participar en la comunidad, visita http://datoscontrafeminicidio.net/.
Agradecimientos
Gracias a Melissa Q. Teng por su diseño que acompaña este blog. Puedes aprender sobre su trabajo a https://mqqt.co y seguirla en Twitter e Instagram como @mqqt_
Helena Suárez Val, Angeles Martinez Cuba, Catherine D’Ignazio with design by Melissa Q. Teng
Social silence, neglect, the idea that there are more urgent problems and the shame and anger that do not lead to transforming things but to minimizing the facts and claiming that “the dead women” are not that many – all of these contribute to feminicide. (Lagarde y de los Ríos)
Gender-related violence against women and its lethal outcome, feminicide, are a serious problem throughout the world and have been a longstanding concern of the feminist movement. However, progress in combating this violence remains painfully slow, including progress on producing data to help understand its scale and characteristics. Despite the fact that many governments have criminalized feminicide in their laws and that the UN has called for the establishment of feminicide observatories in every country, official data are often absent, incomplete, difficult to access, infrequently updated and generally disputed.
Producing feminicide data has historically been an important feminist tactic to make gender-related violence visible and to draw attention to the lack of data from official sources. Faced with these “missing data”, data activists, human rights defenders and civil society groups step into the gap by tracking cases of feminicide in the media and cross-referencing information with official and unofficial sources, to generate “counterdata” (D’Ignazio and Klein). These efforts constitute a disobedient appropriation of data production methods and technologies (Suárez Val), putting data in the service of social justice instead of control and surveillance. Our action-research project, Data Against Feminicide, has catalogued over 150 initiatives that record gender-related murders and violent deaths, and we have interviewed 30 group or individual projects working in the Americas (map below).
Feminicide data projects interviewed. Map by Angeles Martinez Cuba.
María Puig de la Bellacasa says, in relation to the production of knowledge, that “caring” simultaneously implies everyday maintenance, an ethico-political commitment and the affective reconstruction of relationships with our objects of study. Along these lines, we consider that producing feminicide data is care work, with its attending emotional burden. Maintaining a database involves many hours a week of reading stories of violence and logging every detail of every case. Activists describe the media reports they must scrutinize as sensational, irresponsible, revictimizing, discriminatory (especially for trans and travesti people and women of color), dehumanizing and stigmatizing. Even so, they persist in carrying out this work, not only to “count” feminicides, but also to sustain the memory and bear witness. In this blog post, we show how activists navigate the emotional burden of producing feminicide data, by sharing their words.
Due to the intimate proximity with violence entailed in the production of counterdata, activists experience emotional exhaustion and, in some cases, secondary trauma. This impact affects their workflow and puts the continuity of projects at risk due to the need to take breaks, set limits, or reduce the frequency with which cases are tracked and recorded. In our conversations, many activists highlighted the self-care and collective care tactics they have developed to address these challenges. This self-care – as Audre Lorde said and Sara Ahmed takes up – “is not self-indulgence, it is self-preservation, and that is an act of political warfare”.
Tactics for self- and collective care in working with data about feminicide
Tactics for self- and collective care
Some tactics focus on daily maintenance (figure 1) through workflow adjustments. Taking breaks or setting limits on time spent registering cases is one of the measures most mentioned by activists. This allows each person to establish their own rhythm of work: to stop or resume when it is emotionally convenient. Some activists limit the frequency with which they upload data because it affects them emotionally and they cannot do this type of work for a long time during the day because, as the members of the project Ahora que sí nos ven said, “it does your head in”. The possibility of automating some aspects also emerged as an option to reduce emotional labor. Other activists focus on the pleasure of learning new skills by improving on technical aspects of data recording.
Figure 1. Daily maintenance
Other tactics are more linked to how activists manage their affective relationship (figure 2) to feminicide data. By choosing when to distance themselves from certain aspects of the violence or to avoid working on some fields (e.g., cause of death or type of weapon), activists reduce the emotional burden since they process less information. In contrast, some activists channel the rage produced by reading about violence towards the production of better counterdata and concrete actions. Many activists have also expressed that their commitment to the cause outweighs any secondary emotional trauma they experience, serving as a driving force for the continued production of counterdata.
Figure 2. Managing the affective relationship
Finally, other tactics are related to the ethico-political practice of feminism (figure 3). Those who work collectively check up on each other or establish spaces for emotional support where each person can vent the heavy burden that the work entails. Individual activists also use collective means to heal, for example by sharing on social networks or apps. Finally, other groups, such as the Red Feminista Antimilitarista, mentioned how they collectively celebrate the beauty of creating feminist community, to “not only think about death but also build collectively.”
Figure 3. Feminist practices of care
About Data Against Feminicide
This work is part of a South-North feminist participatory research-action project, called Data Against Feminicide. To learn more about this work and participate in the community, visit http://datoscontrafeminicide.net/.
Acknowledgments
We are so grateful to Melissa Q. Teng for the design work featured in this blog post. You can learn more about her work at https://mqqt.co and follow her at @mqqt_
Helena Suárez Val, Angeles Martinez Cuba, Catherine D’Ignazio e gráficos por Melissa Q. Teng.
Contribuem para o feminicídio o silêncio social, a desatenção, a idéia de que há problemas mais urgentes, e vergonha e raiva que não incitam a transformar as coisas, mas a diminuir o fato e mostrar que não são tantas “as mortas”. (Lagarde y de los Ríos)
A violência de gênero contra as mulheres e o seu desfecho letal, o feminicídio, é um problema em todo o mundo e uma preocupação histórica do movimento feminista. No entanto, avanços na luta contra esta violência continuam dolorosamente lentos, inclusive no que tange à produção de dados que ajudem a compreender a escala do problema e suas características. Apesar de muitos governos terem legalmente tipificado o feminicídio e de a ONU ter encorajado o desenvolvimento de observatórios de feminicídio em cada país, dados oficiais são muitas vezes inexistentes, incompletos, de difícil acesso, ou atualizados com pouca frequência.
Produzir dados sobre feminicídio tem sido uma tática feminista importante historicamente para visibilizar a violência de gênero e para denunciar tanto a falta de informação como problemas com dados oficiais. Diante desses “dados ausentes” (missing data, no inglês), ativistas de dados, defensores dos direitos humanos e grupos da sociedade civil cobrem essas lacunas rastreando casos de feminicídio nos meios de comunicação e cruzando informações com fontes oficiais e não oficiais, para gerar “contra-dados” (counterdata) (D’Ignazio e Klein). Esses esforços constituem uma apropriação desobediente de métodos e tecnologias de produção de dados (Suárez Val), colocando os dados a serviço da justiça social em vez de formas de controle e da vigilância. Nosso projeto de pesquisa-ação, Dados Contra o Feminicídio, tem catalogado mais de 150 iniciativas que registram assassinatos e mortes violentas por motivos de gênero e já entrevistamos 30 grupos ou mulheres individuais que trabalham com monitoramento, sobretudo nas Américas (ver mapa).
Projetos de dados de feminicídio entrevistados. Mapa por Angeles Martinez Cuba.
Maria Puig de la Bellacasa argumenta, no que tange à produção de conhecimento, que “cuidar” implica simultaneamente a manutenção cotidiana, o compromisso ético-político e a reconstrução afetiva das relações com nossos objetos de estudo. Nessa linha, consideramos que produzir dados sobre o feminicídio é um trabalho de cuidado, com sua consequente carga emocional. Manter um banco de dados envolve muitas horas semanais de leitura de histórias de violência e de registro de cada detalhe dos casos. Ativistas frequentemente descrevem as reportagens que lêem como sensacionalistas, irresponsáveis, revictimizantes, discriminatórias, desumanizantes e estigmatizantes (especialmente para pessoas trans ou travesti e mulheres de cor). Mesmo assim, persistem em levar a cabo esse trabalho, não só para “contabilizar” os feminicídios, mas também para contestar narrativas, sustentar a memória e dar testemunho. Neste blog, demonstramos como ativistas navegam a carga emocional de produzir dados de feminicídio compartilhando suas palavras.
Como a produção de contra-dados implica proximidade íntima com a violência, ativistas vivenciam um grande desgaste emocional e, em alguns casos, trauma secundário. Esse impacto afeta o fluxo de trabalho e põe em risco a continuidade dos projetos pela inerente necessidade de tomar pausas, estabelecer limites, ou reduzir a periodicidade do monitoramento e registro de casos. Em nossas conversas, muitos ativistas enfatizaram as diferentes táticas de autocuidado e cuidado coletivo que desenvolveram para enfrentar esses desafios. Este auto-cuidado -como disse Audre Lorde e reporta Sara Ahmed – “não é auto-indulgência, mas autopreservação, e [auto-preservação] é um ato de guerra política.”
Táticas de autocuidado e cuidado coletivo para trabalhar com dados de feminicídio
Algumas táticas se concentram na manutenção diária (figura 1), ajustando o fluxo de trabalho. Fazer pausas ou estabelecer limites no registro de casos é uma das medidas mais mencionadas pelas ativistas, permitindo que cada uma estabeleça seu próprio ritmo de trabalho: parar ou retomar quando for emocionalmente conveniente. Alguns ativistas limitam a frequência com que atualizam os dados porque os afetam emocionalmente e não podem fazer este tipo de trabalho por muito tempo durante o dia porque, como disseram as integrantes do projeto Ahora que sí nos ven, “mexe com a sua cabeça”. Também a possibilidade de automatizar alguns aspectos surge como uma opção para reduzir o trabalho emocional. Outras ativistas tentam focar no prazer de aprender algo novo ao melhorar alguns aspectos técnicos do registro dos dados.
Figura 1. Manutenção diária
Outras táticas estão mais ligadas a como as ativistas gerem a relação afetiva (figura 2) que constroem com os dados de feminicídio. Ao escolher quando se distanciar de alguns aspectos da violência ou evitar o registro de alguns campos (ex., causa da morte ou tipo de arma), ativistas reduzem o impacto emocional já que processam menos informação. Em contraste, alguns ativistas canalizam a raiva proveniente da leitura sobre violência para a produção de melhores contra-dados e o desenvolvimento de ações concretas. Muitos ativistas também expressaram que seu compromisso com o trabalho de monitoramento é maior que traumas emocionais secundários, servindo como força motora para a continuidade da produção de contra-dados.
Figura 2. Gerenciar a relação afectiva
Finalmente, outras táticas estão relacionadas com a prática ético-política do feminismo (figura 3). Aqueles que trabalham coletivamente checam o estado emocional uns dos outros ou estabelecem espaços de apoio emocional em que cada um possa aliviar a carga forte envolvida no trabalho de monitoramento. Ativistas individuais também recorrem a espaços coletivos como forma de autocuidado, por exemplo mediante intercâmbios em redes sociais ou apps. Finalmente, outros grupos, como a Red Feminista Antimilitarista, mencionaram que tentam celebrar coletivamente a beleza de criar uma comunidade feminista, para “não só pensar na morte, mas também na construção coletiva”.
Figura 3. Práticas feministas de cuidado
Sobre Dados Contra o Feminicídio
Este trabalho é parte de um projeto de pesquisa-ação participativa feminista Sul-Norte, que se chama Dados Contra o Feminicídio. Para saber mais sobre este trabalho e participar na comunidade, visite http://datoscontrafeminicidio.net/.
Agradecimentos
Obrigada a Melissa Q. Teng por seu design que acompanha este blog. Você pode aprender sobre seu trabalho em https://mqqt.co e segui-la no Twitter e Instagram como @mqqt_. Obrigada também a Isadora Cruxên e Valentina Pedroza pela tradução portuguesa deste blog.
Published: 06/13/2022